martes, 20 de julio de 2010

La Chureca


La Chureca es un basurero municipal de la ciudad de Managua, en Nicaragua. Cada día, desde 1977, centenares de personas acuden a él en busca de algo que llevarse a la boca. Es el hambre el denominador común de todos los seres que visitan tan lúgubre e insalubre lugar, la mayoría de ellos niños.

Acabo de ver unas imágenes en televisión de ese vertedero tétrico y aún tengo el corazón encogido. En nuestra sociedad occidental basada generalmente en el consumo deberíamos contemplar con más frecuencia imágenes como las de la Chureca, quizás nuestro corazón duro y frío se ablandaría un poco más, quizás habría menos hambre en el mundo. Es triste ver como niños de cinco, seis, siete u ocho años de más de doscientas familias acuden cada día para desenroscar una envase del que extraer unas pocas gotas de leche, de cierto que en mal estado. No saben lo que es la escuela, ni lo que es el juego o la diversión, en cambio si saben lo que es pasar hambre. Aquí, sin embargo, en hogares y restaurantes tiramos cada día miles de kilos de comida a la basura, triste paradoja.

Ya sé que no hay que ir a Nicaragua para contemplar a una persona hambrienta. Seguro que en nuestro barrio, en nuestros parques, en nuestros bancos, esta misma noche encontremos gente sin techo y con hambre. Mientras tanto nosotros miramos hacia otro lado, pero podríamos ser ellos.

Me ha llamado la atención que durante más de tres décadas nada se haya hecho con el basurero de la Chureca, ni con sus “habitantes”. Si bajo ese estrambótico estercolero hubiera petróleo seguro que la cosa sería bien distinta. No obstante y por muy fuerte que parezca, lo cierto es que “gracias” a la Chureca más de doscientas familias se mal alimentan cada día y sobreviven. Ninguno de nosotros seríamos capaces de llevarnos a la boca el manjar más exquisito de aquél estercolero. Millones de personas mueren de hambre cada día en el mundo y con estas líneas solo pretendo recordarlas, al menos eso merecen.

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