jueves, 24 de marzo de 2011

Sobre la guerra en Libia


Antes de entrar en materia quizás convenga traer a colación algunos apuntes sobre Libia. El pasado 2 de marzo se cumplía el trigésimo tercer aniversario de la proclamación de la Jamahiriya –Estado de las Masas- Árabe Libia Popular y Socialista y que colocó al frente de la jefatura del Estado a Muammar al-Gaddafi, ejerciendo desde entonces como “Hermano Guía de la Gran Revolución”. Libia tiene, con 74 años, la esperanza de vida más alta del África continental; cuenta con el Producto Interior Bruto por persona más alto del continente africano y, además, ocupa el primer puesto en el Índice de Desarrollo Humano de África. La economía Libia se basa en el petróleo, recurso que constituye el 95% de sus exportaciones, siendo la sexta economía africana después de Sudáfrica, Nigeria, Egipto, Argelia y Marruecos.

Dicho esto, lo primero que tengo que decir es que guardo un gran recuerdo de mi viaje a Libia en 1999. Regresé a Madrid con la convicción de que lo de la democracia popular socialista era un cuento chino, que lo que había era una dictadura como la copa de un pino en cuya cúspide se situaba Gaddafi, pero que la gente vivía relativamente bien. Ya saben, siempre que uno no se metiera con Muammar; otro de los del pueblo pero sin el pueblo.

Ahora, de repente, después de 33 años, dicen que llamados por la sorprendente ola democrática que vive la cuenca del Mediterráneo, unos “rebeldes” hacen frente al dictador. Eso sí, cargados de armas hasta los dientes y con repuestos, venga disparos al aire. ¿De donde salen esas armas? Y aprovechando que el dictador ha procedido a reprimir la revuelta, y que el Pisuerga pasa por Valladolid, pues nos lanzamos a una guerra supuestamente contra Gadafi, eso sí, respaldada por la ONU, ¿quiénes son esos? Y entonces nos cuentan que no es para deponer a Gaddafi –grave error- sino para proteger a la población civil del dictador, ¡ay! los derechos humanos “relativos”. Sepa el lector que para Human Rights Watch, por ejemplo, es mucho más preocupante la situación de los derechos humanos en países como Uganda, Zimbaue, Sudán, Somalia o la Guinea Ecuatorial de Obiang. Es decir, si no sublevación popular –y me temo que ésta no ha sido a iniciativa propia- no represión de Gadafi; y éste seguiría forrándose de pasta gracias a los negocios hechos con media Europa y EE UU –sí, sí, a pesar del caso Lockerbie- y dotando a su pueblo de una cierta prosperidad aunque, como todo dictador, sin pasarse. Por cierto, que sepan que en esta guerra en toda regla va a morir mucha gente pues el dictador no se va a cortar a la hora de utilizar escudos humanos. Y los de la “ceja” sin tomar las calles, auque eso es materia de otro artículo.

1 comentario:

Norman Moriarty dijo...

Para opinar como es debido de hechos históricos -y la Guerra de Libia ya lo es- lo mejor es saber algo de Historia.
La relativa al proceso iniciado hace 150 años que nos ha llevado a esta nueva intervención, se explica con bastante detalle en el nº7 de La Bitácora de Pedro Morgan.
Descubriréis que no es cosa de "los de la ceja" o de "los del bigote". Es algo más, es el peso de la Historia. El presente no adquiere significado en función de lo que se hizo en política hace dos, tres, cuatro, seis años. Las cosas, en el mundo real, son mucho más complicadas y requieren conocimientos más profundos... como los que ofrecen las revistas especializadas.