sábado, 23 de febrero de 2013

"¿Qué es el libro?"


Llegó a la residencia después de dar un largo paseo por el parque de El Retiro. Unas veces solo, otras acompañado, le gustaba perderse entre sus antiquísimos árboles y arbustos, con el lago siempre al fondo, mientras pensaba en aquello a lo que había dedicado la vida: el hombre, lo divino, el arte, la cultura, la Verdad.

Pasaría el resto de sus años en la residencia que se encuentra a continuación de la parroquia de San Jerónimo el Real, justo a la espalda del Museo del Prado. De todos los sacerdotes que allí habitaban era el de mayor edad. Atrás quedaron  sus clases en la universidad, asistiendo a los feligreses en las parroquias de  barrio por donde había pasado, su experiencia en el continente africano -sin duda la que más le había marcado-, y su continua búsqueda de la Verdad. Por la comunidad era considerado un auténtico humanista, al estilo de los antiguos. Era persona prudente, respetuosa para con los demás, y fue aptitud suya ante la vida aquello que tantas veces había leído, meditado y estudiado en la Sagrada Escritura: “Pero yo os digo –Jesucristo-: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro padre celestial” (Mateo 5, 44). Y esa era la mayor de sus ilusiones, esperanzas y alegría, llegar a ser hijo del padre celestial.

En su pasión por el saber, y pese a su avanzada edad, le habían permitido seguir encargándose de la biblioteca de la residencia, donde se encontraban buena parte de los libros que había ido adquiriendo a lo largo de su vida. Le temblaba el pulso y de cuando en cuando las piernas, pero no la cabeza.

Antes de comer subió a la biblioteca, su lugar favorito, donde pasaba la mayor parte del día. Al llegar a su mesa de trabajo encontró un paquete. Lo abrió y había algo envuelto en papel regalo, un bulto grande, una tarjeta decía: “Reciba este obsequio en agradecimiento a sus largos años de maestría y amistad verdadera, con afectuoso cariño, su discípulo, padre Julián Otero Cañicosa”.

Se trataba de una primera edición del Codex miscellaneus, siglo XI, de valor inimaginable. El discípulo había escuchado al maestro hablar de este Codex muchos años atrás. Un día, en clase, hablando de lo importante de la lectura, preguntó a sus alumnos, “¿qué es el libro?”, y a continuación puso en la pizarra:

El libro es lumbre del corazón;
espejo del cuerpo;
confusión de vicios;
corona de prudentes;
diadema de sabios;
honra de doctores;
vaso lleno de sabiduría;
compañero de viaje;
criado fiel;
huerto lleno de frutos;
revelador de arcanos;
aclarador de oscuridades.
Preguntado responde,
y mandado anda deprisa,
llamado acude presto,
y obedece con facilidad.

- Esta es la traducción de la respuesta que aparece en el Codex miscellaneus a la pregunta que les acabo de formular, nunca la olviden, -dijo nuestro sacerdote.

 Codex miscellaneus. Siglo XI. Biblioteca de Toledo


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