jueves, 14 de marzo de 2013

Habemus Gran Papam: Francisco I


Sin saber muy bien qué es lo que depararía, esta tarde leía:

“Así pues, a los presbíteros entre vosotros, yo presbítero con ellos, testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que se va a revelar, os exhorto: pastoread el rebaño de dios que tenéis a vuestro cargo, mirad por él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con entrega generosa; no como déspotas con quienes os ha tocado en suerte, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el Pastor supremo, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria. Igualmente los más jóvenes: someteos a los mayores. Pero revestíos todos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes” (1 Pedro 5, 1-5). Y de este modo exhorta Pedro a los presbíteros y a los jóvenes en la primera de sus cartas, tal y como lo recogen las Sagradas Escrituras.

No falto a la verdad si digo que cuando estos días pasados leía los perfiles de algunos de los “papables” advertía una competencia dura pues había, hay, mucho nivel humano, teológico y espiritual, sobrada experiencia, dentro del conjunto de los cardenales, al final lo que menos ha importado es la edad.

Llegué al perfil del argentino Jorge Mario Bergoglio no porque fuera uno de los papables, que no lo era (al menos para los miles de “entendidos” que aparecieron de repente en Roma, solo periodistas han sido casi 6.000), sino porque era el único cardenal jesuita. Tengo que reconocer que su biografía me resultó bastante atractiva (hoy distintos medios de comunicación anunciaban que fue el segundo cardenal más votado en el Cónclave que eligió como Pastor a Benedicto XVI).

¡Habemus Papam! El Cardenal Bergoglio pasa a ser el Papa Francisco I, el tercero del recién estrenado siglo XXI. Reconozco que me encanta. Y lo primero que me gusta es que una vez más la Iglesia ha roto esquemas. Debido a tanto “entendido” el conjunto de fieles cristianos tenían puesta la mirada en ocho o diez nombres, ninguno de ellos, como ya he dicho, era el de Bergoglio. ¡Me encanta!

Si uno analiza fríamente su aparición en público como nuevo Obispo de Roma, hay varias cosas que destacar. Ha comenzando su pontificado rezando, y lo ha hecho de forma especial por el Papa emérito Benedicto XVI. Después ha mencionado la importancia del pueblo en este nuevo caminar que inicia hoy la Iglesia junto al 266 sucesor de Pedro, Francisco I. Luego ha vuelto a rezar, arrodillándose, pidiendo a los fieles que, antes de ser bendecidos por Su Santidad, sean ellos lo que le bendigan a él, en silencio, en paz, encomendándose al Espíritu. Después ha agradecido la emotiva acogida en general, y a la diócesis de Roma en particular. Y deseando un feliz descanso a sus feligreses ha salido del balcón. Me vienen a la cabeza algunas palabras: sencillez, cercanía, espiritualidad, amor, entrega, esperanza, humildad, calma, paz, quietud, novedad…

Pero si de su aparición pública varias han sido las cosas a resaltar, que haya escogido el nombre de Francisco para su pontificado tiene también su aquél. San Francisco de Asís es el santo pobre. San Francisco Javier es el santo y patrono de los misioneros, San Francisco de Sales es el santo de la amabilidad, y de entre otros tantos Franciscos hay un español, San Francisco Solano, que fue llamado el “Taumaturgo del nuevo mundo” por la cantidad de milagros y prodigios que obtuvo en Hispano América, precisamente de donde viene nuestro Papa.

Adentrémonos un poquito más en su biografía. Es hijo de un empleado ferroviario y un ama de casa. Se ordenó sacerdote tarde, a los 33 años -la misma edad a la que servidor ha recibido el Sacramento de la Confirmación-, antes había estudiado química en la universidad. Como arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina era frecuente verle utilizando el transporte público en sus desplazamientos. Renunció a vivir en el palacio arzobispal para hacerlo en un pequeño piso junto a otro presbítero, ¿un arzobispo compartiendo un pequeño piso? Por la noche acostumbra a visitar personas mayores y ancianas, particularmente viejos sacerdotes de su diócesis, acudiendo al hospital o a sus residencias. Con esta información nos podemos ir haciendo, al menos a priori, una pequeña idea de la talla humana de la persona ante la que nos encontramos.

Pero es que hay algo de su biografía que a mí personalmente me ha llamado bastante la atención, a saber, cuando iba a ser nombrado cardenal detuvo a una serie de fieles argentinos que querían ir a Roma a acompañarle, y les pidió que el dinero del viaje lo destinaran a obras de caridad: ¡ojo! Tampoco se rasgó las vestiduras cuando hubo de llamar “hipócritas” a buena parte de los sacerdotes de su diócesis al rehusar bautizar a bebés de mujeres solteras: ¿dónde estaba Jesucristo sino entre los pobres y los pecadores?

Además, es conocida su denuncia de la corrupción política, las tensas relaciones que ha mantenido con la familia Kichner, su oposición a la unión en matrimonio de dos personas del mismo sexo, o lo poco amigo que fue de lo que se conoció como teología de la liberación.

Quién le iba a decir a San Ignacio de Loyola, que varios siglos después de fundar la Sociedad de Jesús, un Papa jesuita sería el encargado de guiar la barca de Pedro en los inicios del siglo XXI.

Que el Señor le proteja, la Virgen María le acompañe y el Espíritu le guíe en su misión.

Francisco I

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