sábado, 13 de abril de 2013

La sorpresa de una Antologia


No creo que haya en mi casa un solo rincón donde no tenga a la vista un libro. Incluso en el lugar de expulsión de las impurezas del cuerpo siempre me encuentro alguno. Me gustan los libros y, al menos en mi morada, necesito estar rodeado de ellos. Los contemplo y me alegra saber que unos pocos ya han pasado por mis manos y mis ojos, y que son muchos más los que me quedan por leer. Sacar un rato al día, un par de horas, una, media aunque sea, para sumergirme entre las páginas de una novela o un ensayo, una biografía o un poema, una obra de teatro o un libro de mi religión, es uno de mis quehaceres cotidianos más placenteros. Necesito poco más.

Cuando voy a casa de algún familiar con biblioteca, o de un amigo, termino perdido entre sus volúmenes, a la búsqueda de ese libro raro capaz de embelesarme hasta perder la noción del tiempo. Si me he alojado en la hospedería de algún monasterio,  nunca me he ido sin conseguir que el monje hospedero me abriera las puertas de su aula librera. Por no citar las librerías de viejo, donde a poco que me doy cuenta ando quitando polvo con mi pañuelo. O esos paseos matinales de domingo por la Cuesta de Moyano, a donde acudo ahora sin dinero. O las ferias del libro antiguo, a las que asisto expectante por conocer el ejemplar que saldrá a mi acecho.

Se celebra ahora la XXXIII Feria del Libro Antiguo de Albacete. Esta mañana llevaba dinero y he adquirido un pequeño tesoro, se trata de una Antología (Ediciones Fe) de pensamientos y reflexiones sobre múltiples temas del gran e insigne don Luis Vives. El ejemplar adquirido es de 1943, y la selección, introducción y prólogo corren a cargo de don José Corts Grau, que fue un jurista y escritor español, también valenciano y también Humanista, con mayúscula.

Ya en el prólogo mis dos primeras sorpresas. Casó Luis Vives en 1524 con Margarita Valldaura, hija de uno de los comerciantes españoles residentes en la Brujas de la época; ciudad que conquistaría el corazón de nuestro reputado personaje y donde finalmente muere en 1540, a la edad de 48 años. De su matrimonio habla en una carta a su amigo Vergara. He aquí mi primera sorpresa, yo también tengo un amigo apellidado Vergara y me pregunto si tendrá algo que ver con aquél. Y en la carta la segunda: “Hace ya más de tres años que me casé, y hasta hoy, gracias sean dadas a Dios, ni una hora siquiera hube de hurtar al estudio por esta causa”. Agradece de su mujer, por lo que se puede deducir, el respeto que tiene a su labor “humanista”.

La Antología apunta maneras, como ven.

Publicado en Ediciones Fe, el MCMXLIII

No hay comentarios: