jueves, 19 de diciembre de 2013

Volver al Pombo

Los que me conocen saben lo que disfruto con una buena tertulia. Y si no es buena tampoco pasa nada, que de todo se aprende. Dos o más personas sentadas a una mesa compartiendo vivencias, inquietudes, sueños e ilusiones. A veces suenan versos, otras chistes, en ocasiones leyendas y, de cuando en cuando, sentamos a los muertos a nuestra vera para que participen de la conversación, que también tienen su derecho, y nuestro cariño. Muy importante es el vino, de la viña, pero sin abusar, no se vaya a trabar la lengua. En otros tiempos se compartía hasta tabaco, en cigarrillo, en estado puro, para liar o para cargar la pipa. Ahora, si quieres saborear un buen tabaco, te montas la tertulia en tu casa. Cosas de la libertad de nuestros días.


Me viene todo esto a la cabeza porque he caído en la tentación. Sí, lo siento, mea culpa. Verán, el otro día cuando me quise dar cuenta estaba de "tertulia" con una buena amiga, pero no en un café cualquiera, sino “hablándonos” por washapp. Reaccioné a tiempo y cogí inmediatamente el teléfono, la llamé y la propuse quedar en el Pombo. Allí nos vimos a al rato y, ahora sí, conversamos hasta el amanecer - pero sin pipa.

"La tertulia del café de Pombo", 
de José Gutierrez Solana

Presidida por don Ramón Gómez de la Serna, vemos a su derecha
 nada más y nada menos que a don Cesar González Ruano, dos titanes de las letras. 
En el Pombo.

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