sábado, 29 de junio de 2013

Buenas costumbres

Los que me conocen saben que soy un firme defensor del libro. Y cuando digo libro hablo pues del libro, el de papel, el de toda la vida, el que nace como consecuencia del maravilloso invento ideado por Johannes Gutenberg (1398-1468 d.C.). Nacerán books, e-books, biiks, baaks o buuks, pero el libro, ay, larga vida al libro que puedes tocar, manosear, contemplar, anotar, oler, prestar… el libro.

Y en cuanto que permanecen en el tiempo gusto de la tradición y las costumbres (claro, que no hablo aquí de tirar a una cabra por el campanario, lo que me parece una costumbre un tanto, en fin), que por algo permanecen, y unen a los pueblos. Por eso me siento orgulloso de las Ferias y Fiestas tradicionales que año tras año se viven en cada rincón de España (Cataluña incluida, por supuesto Mr. Más) -como lo son la Feria de Abril, los San Fermines, las Fallas o los Carnavales de Tarazona de la Mancha, por poner solo algunos ejemplos-, de ser miembro de una Iglesia con 2000 años de vida, o de cómo antaño (esto hay que recuperarlo, ven) mi Abuela Venancia nos juntaba a los nietos en la cocina a contarnos historias o recitarnos poesías. Antes los abuelos contaban cuentos, historias y poemas a los nietos, ahora han dejado de ejercer de abuelos para hacerlo de padres mientras que los padres, me da la sensación, ponen a los chavales delante del televisor, o de la pantalla del “móvil”, o del ipad, y que les dejen tranquilos. No se puede generalizar, por supuesto, y gracias a Dios conozco un buen número de padres que se esmeran y se desviven por dar una buena educación a sus hijos, para lo que se requiere tiempo, claro, y ejemplo.

Quedé yo pensando en todas estas cosas, y otras, cuando escuché el otro día decir a Antonio Escohotado que “nosotros nos encontramos con problemas evidentes gravísimos…, de capacidad de los padres de transmitir valores a sus hijos, es muy difícil ahora enseñar buenas costumbres que es la obligación de los padres, muy difícil, ten en cuenta que de los libros se ha pasado a las pantallas, se parece un poco el tránsito de pantalla a pantalla al tránsito de hoja a hoja de un libro, pero es distinto, la mayor parte de nuestra juventud es analfabeta funcional, en el sentido de que saben leer y escribir pero ni leen ni escribe jamás, y si incluso le dices “oye, escribe esta carta”, le puede dar un ataque intenso de angustia que nos haga pensar en llamar al Doctor Freud o a algún amigo suyo para que lo calmen, ¿no?”. Estas declaraciones las hacía, si no recuerdo mal, en el 2003, ¡ojo!, y no puedo estar más de acuerdo con ellas.

Antigua imprenta

jueves, 27 de junio de 2013

La riqueza, las churras y las merinas

Estoy de acuerdo con Antonio Escohotado, y mira que en muchos aspectos no es santo de mi devoción, cuando dice que “me he dado cuenta, y parece mentira que no me haya dado cuenta yo antes, he incluso que todavía siga esto poniéndose en duda,  que un país no es rico porque tenga diamantes o petróleo, un país es rico porque tiene educación. Educación significa que aunque puedas robar, no robas. Educación significa que tú vas paseando por la calle, la cera es estrecha y tú te bajas y dices, disculpe. Educación es que, aunque vas a pagar la factura de una tienda o de un restaurante, dices gracias cuando te la traen, das propina, y cuando te devuelven lo último que te devuelven, vuelves a decir gracias. Cuando un pueblo tiene eso, cuando un pueblo tiene educación, un pueblo es rico”.

Aquí en España hay personas que la quieren “rica”, y por eso se esmeran en no tirar el envoltorio del paquete de tabaco al suelo, ni consienten que sus perros caguen en las aceras por donde paseamos, dan las gracias cuando alguien les cede el paso, respetan los pasos de cebra cuando conducen sus vehículos, pagan sus impuestos, declaran el IVA, dan los “buenos días” al vecino aunque se lo encuentren fuera del portal o del ascensor, no se escaquean de su puesto de trabajo, y mil y un ejemplos más.

Sin embargo, también hay gente en España que la quiere pobre. De estos mencionaré un solo ejemplo, miles hay. Ocurrió el sábado pasado a lo largo de la jornada que he venido comentando en los dos últimos escritos.

Le tocaba a la Joven Orquesta Nacional de España interpretar, bajo la batuta de López Cobos, la Séptima y Octava Sinfonía de Beethoven en el penúltimo de los conciertos sinfónicos del día. Los jóvenes músicos salieron de nuevo con ganas de entregarse en cuerpo y alma a lo que allí nos había convocado, la Música. Aparece el Director y cuando están a punto de empezar comienzan unos cuantos empobrecedores de la cosa a gritar e insultar como si en vez de estar en el Auditorio Nacional de Música se estuviera ante una pelea de gallos, una manifestación o un partido de fútbol. La diana de los exabruptos fue S.M. la Reina Doña Sofía. Tengo que reconocer que ante el bochornoso espectáculo sentí vergüenza ajena. Lo primero porque unos jóvenes músicos y un maestro director no se lo merecen. ¿Quieren hacer el favor de pensar en el ejemplo barriobajero que se transmitió a esos chavales? Lo segundo porque las más de dos mil personas que allí nos reunimos lo hicimos por amor a la Música, incluida S.M. la Reina Sofía (estaría escribiendo lo mismo en el caso de que la empobrecedora actuación se hubiera dirigido contra cualquier persona, con independencia de ideología o categoría institucional).

En este país llamado todavía España, la antigua Hispania proveniente del fenicio i-spn-ya (siglo II antes de Cristo), nos hemos acostumbrado a mezclar churras con merinas y además a hacerlo muy vulgarmente, en muchos casos fuera de contexto. Al final, los que allí estuvimos supimos que lo más importante de la jornada fue la Música de Beethoven (cuya Novena Sinfonía es un llamamiento a la paz, la concordia, la unión y la fraternidad, curiosamente), y es que pese a la ausencia de educación de algunos y la atención prestada por los medios de comunicación a lo más pobre, lo que realmente triunfo en el día fue la riqueza de la Música.

Churras y Merinas

martes, 25 de junio de 2013

Mucho Beethoven, mucha Música.

Once y cincuenta de la mañana, aparecen los primeros componentes de la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE). El que luego resultó merecido aplauso no se hace esperar. El mayor de los músicos no tendría más de 25 años, y me pregunto si serían conscientes del hito musical que allí les, nos, había convocado. Y un genio sordo, BEETHOVEN.

Para aceptar el reto de dirigir las Nueve Sinfonías en un mismo día me imagino que hay que pensárselo dos veces. O tres. De hecho, un acontecimiento de tal calibre tan solo ha tenido lugar en dos ocasiones en todo el mundo. La del sábado fue la primera en España, y el que “cogió el toro por los cuernos” no pudo ser otro que nuestro insigne director de orquesta, don Jesús López Cobos. ¡Bravísimo!

Cinco conciertos se repartirían las Nueve Sinfonías de dos en dos, dejando para el final de la jornada, en exclusiva, la Novena, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Madrid con la participación del Coro de Radio Televisión Española. De esta actuación tengo que decir que aún hoy, cuando lo pienso, se me pone el vello de punta. Es sin duda la Sinfonía de Beethoven más conocida, más aplaudida y más interpretada. Y entiendo porqué. Y entendí también porqué un CORO como el de Radio Televisión Española te puede elevar a lo más alto con el instrumento más perfecto a disposición del hombre, su voz.

Junto a las orquestas mencionadas, la Orquesta Nacional de España interpretó la Sinfonía nº 3, “Heroica”, y la Sinfonía nº 4, y la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española la Sinfonía nº 5 y la Sinfonía nº 6 o “Pastoral”. Las cuatro orquestas estuvieron sensacionales, quizás la que más destacó fue la Sinfónica de Madrid por su interpretación de la Novena junto al Coro, pero la ilusión, entrega, alegría y naturalidad de nuestros jóvenes fue sin duda la que más emoción, en cuanto músicos, transmitió al público, y la Orquesta que más aplausos recibió del Director.

Unas palabras para el segundo gran protagonista de la jornada, el primero lo fue Beethoven, claro. Jesús López Cobos desplegó toda su profesionalidad y maestría como no se podía esperar menos. De puntualidad británica, se entregó de lleno a la faena poniendo todo su saber, empeño y entusiasmo. Nunca jamás he visto a un Director de Orquesta hacer una proeza como a la que con valentía se entregó López Cobos el pasado 22 de junio. A sus 72 años de edad, dirigió con mano de hierro y batuta afilada las 9 Sinfonías de Beethoven, a lo largo de casi doce horas (entre concierto y concierto, lógicamente, una pequeña pausa) que para nada se hicieron pesadas. También, nunca he visto aplaudir tanto a un Director, un mínimo de tres veces tuvo que salir al finalizar cada Sinfonía a recibir los aplausos del público, pero al finalizar la jornada, tras la Novena, dejé de contar a la décima reaparición del Director, más de media hora de reloj de aplausos que continuaron a pesar de que Cobos se retiró, agradecido, ya sin fuerzas.

Mis aplausos desde aquí para los organizadores del evento en el Día Internacional de la Música, para las cuatro Orquestas, el Coro y, cómo no, para el gran Director don Jesús López Cobos, responsable de la hazaña. Un gran día.

Ludwig van Beethoven


sábado, 22 de junio de 2013

Mucho Beethoven

Hoy se celebra el Día de la Música. Escribo estas líneas pocas horas antes de ser testigo, en el Auditorio Nacional de Madrid, de un hito musical. Por primera vez en España un mismo director de orquesta, Jesús López Cobos, dirigirá en el mismo día las 9 Sinfonías de Beethoven. Estoy nerviosito.

El Gran Genio sordo, como ya se le conociera en vida, escribió la Primera de sus sinfonías, sinfonía Jena, entre 1799 y 1800, siendo su estreno el 2 de abril de éste último año. No abandonó ya la composición sinfónica a lo largo de su vida, estrenándose la Novena, "Coral", el 7 de mayo de 1824.

Hoy, más conocidas unas que otras por el gran público, se siguen celebrando, gozando y disfrutando las Sinfonías de Beethoven; dos siglos después las magia y la belleza de la música, el ARTE con mayúsculas, se impone al paso del tiempo.

Les dejo, que tengo una cita con Beethoven.


jueves, 20 de junio de 2013

Invictus

Es emocionante ver en una película cómo la reconciliación de un país comienza con el perdón de su Presidente a aquellos que lo tuvieron en la cárcel casi treinta años. Hay que tener una gran talla humana y moral para hacerlo, pero no solo para eso, sino también para ser capaz de incorporar al proyecto común de tu país a aquellos que un día te persiguieron.

De Invictus aprendemos nuevamente que la unión hace la fuerza, que el odio no lleva a ninguna parte, que el amor mueve montañas, que no hay nada imposible si lo intentas, que el trabajo duro, la constancia y la ilusión son aptitudes indispensables para la consecución de los objetivos.

Echo en falta en mi país esa unión, ese entendimiento, la comprensión de los unos con los otros, más amorosidad (“hay que hablar con amorosidad”, decía mi abuela Venancia) y menos violencia. La historia nos enseña que cuando en España todos hemos ido a una hemos logrado grandes objetivos, hemos sido una gran Nación. Es cierto que podemos caer en la tentación de excusarnos en la ausencia de líderes con el coraje de un Nelson Mandela entre nuestros políticos, sin embargo, podemos empezar por mirarnos al espejo y reflexionar sobre lo que podemos hacer cada uno de nosotros para que nuestro entorno sea un lugar más habitable, más saludable, más optimo. Quizás podríamos empezar por cuidar nuestra educación, nuestro civismo. Quizás fuera un buen comienzo.


Gran film Invictus, que por supuesto recomiendo.



martes, 18 de junio de 2013

El lugar del aire

He cogido con muchas ganas la novela de Carlos Pujol (1936-2012) "El lugar del aire". Esperaba paciente en la zona de pendientes de la estantería y por fin ha llegado el día. El frescor narrativo de Pujol, una historia de intriga situada en el París de finales del siglo XIX, los numerosos guiños a distintos literatos y artistas de la época, y la voz susurrante de la narradora, hacen que me haya enganchado a su lectura, deliciosa.

Esta tarde, quizás más por el fondo que por la forma, me quedo con el párrafo siguiente:

    "El padre de Constance había soñado conspirar contra la República. Después de aquella humillación de la derrota inolvidable, durante años y años esperó el desquite sobre los prusianos, poniendo por encima de todas las cosas la grandeza de Francia. El destino de Francia, solía decir, ha de ser la grandeza, no el bienestar, el honor y no el progreso. Para la Patria no hay progreso, desdeñémoslo todo con fines más altos, los de la herencia sagrada de la Historia.

    - ¿Quién puede entender ese lenguaje hoy en día? -se preguntaba Larsan meditabundo."